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De San Rafael

"Si vieras que Jesús te llamaba...y te mirase con esos ojos que desprendían amor, ternura, perdón y te dijese : Por qué no me sigues......? "

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jueves, 20 de noviembre de 2014

"Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz!"







“¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz!”

Me asomé a una ventana […]. Empezaba a salir el sol. Una paz muy grande reinaba en la naturaleza… Todo empezaba a despertar…, la tierra, el cielo, los pájaros… todo poco a poco, despertaba dulcemente al mandato de Dios… Todo obedecía a sus divinas leyes, sin quejas, y sin sobresaltos, mansamente, dulcemente, tanto la luz como las tinieblas, tanto el cielo azul como la tierra dura cubierta del rocío del amanecer… Qué bueno es Dios, pensé… En todo hay paz menos en el corazón humano.

Y suavemente, dulcemente, también Dios me enseño por medio de esta dulce y tranquila madrugada, a obedecer… Una paz muy grande llenó mi alma… Pensé que sólo Dios es bueno; que todo por Él está ordenado… Que qué me importa lo que hagan y digan los hombres… Para mí no debe haber en el mundo más que una cosa… Dios…, Dios que lo va ordenando todo para mi bien…

Dios, que hace salir cada mañana el sol, que deshace la escarcha, que hace cantar a los pájaros y va cambiando en mil suaves colores, las nubes del cielo…

Dios que me ofrece un rincón en la tierra para orar; que me da un rincón donde poder esperar lo que espero… Dios tan bueno conmigo, que en el silencio me habla al corazón, y me va enseñando poco a poco, quizás con lágrimas, siempre con cruz, a desprenderlo de las criaturas, a no buscar la perfección más que en Él…, a mostrarme a María, y decirme: He aquí la única criatura perfecta… En Ella encontrarás el amor y la caridad que no encuentras en los hombres.

¿De qué te quejas, hermano Rafael?
Ámame a Mí, sufre conmigo, soy Jesús.

viernes, 22 de julio de 2011

El único deseo que me queda es, unas ganas muy grandes de obedecer.


Hoy cojo la pluma para seguir como siempre alabando a Dios. Quisiera no hablar de mi mismo... y hablar sólo de Jesús, ¡pero tengo a mi Dios tan adentro!! ¡Es tan maravillosa la obra que Él está haciendo en mi alma!, que al referir y contar lo que a mi, pobre y miserable pecador, acontece en mis relaciones con El..., a Él le doy gloria.
Yo bien quisiera desaparecer, y en cierto modo así me pasa, pues Él lo llena todo... ¡Qué bueno es Dios!. Nada hice yo por Jesús y, sin embargo..., ¡qué grande es su misericordia!... De esto no sé salir y no sé seguir adelante.
Mi alma se abisma en tanta maravilla y enmudece. Sólo veo una pobre criatura sacada del mundo, ¡y de qué mundo!, por la gracia, y sólo la gracia de Dios, y traída a la soledad para allí, sin ella casi darse cuenta, cooperar a una de las más grandes y maravillosas grandezas de Dios...
¿Y cuál es esta maravilla? Esta maravilla es el estupendo milagro de ver un alma como la mía, pobre, desnuda, llena de mundo y de sus vicios..., verla digo, amada de Dios, conducida por Él, en los humildes senderos de la penitencia, sostenida por El en sus muchas flaquezas y miserias, tentaciones y desconsuelos...
Dios haciendo su obra en mi alma..., transformando mi corazón y elevándole hacia sí, desencajándole de en medio de las criaturas y llenándole de su amor... Dios el Eterno, conduciendo y guiándome a mi... ¿Quién no se maravilla? ¿Quién no se pasma?
¡Ah!, si el mundo me conociera y viera lo que soy... Si los hombres vieran mis torpezas y mi duro corazón, quedarían aterrados ante la grandeza de Jesús, que no desdeña cuidar a este pobre hombre, más digno de lástima que de amor... Y Dios me ama... ¡Ah! ¡y de qué manera!... Eso yo lo sé, y nadie más que yo. ¡Si pudiera publicarlo!... ¡Si tuviera palabras que fueran los suficientemente expresivas para ello!
Pero no sé..., soy muy torpe, y mucho más para hablar de eso... Y si quisiera ser sincero, más que hablar, quisiera rugir o bramar como los toros... ¡Qué grande es Dios!
Una de las transformaciones que Jesús ha hecho en mi alma ha sido la indiferencia. Yo mismo me maravillo, pues veo que he llegado a comprender algo que antes no comprendía.
Sabía que el nada desear es muy agradable a Dios y que es el camino para llegar a cumplir su voluntad... Pero esto lo sabía con la luz de la inteligencia... Comprendía con la razón, tan sublime doctrina. Deseaba alcanzar esa virtud de la santa indiferencia, y a Jesús se la pedí.
No tiene mérito el nada desear, amando a Dios, pues es la cosa más natural. Ahora así lo veo.
¿Cómo es posible amar la vanidad, amando a Dios? Y vanidad es todo lo que nosotros deseamos y no desea Dios. Querer sólo lo que Dios quiere, es lo lógico para el que es de veras su amador... Fuera de sus deseos..., no existen deseos nuestros, y si existe alguno, ése, es que es conforme a su voluntad, y si no lo fuera, es que entonces no estaría nuestra voluntad unida a la suya...
Pero si de veras estamos unidos por amor a su voluntad, nada desearemos que Él no desee, nada amaremos que Él no ame, y estando abandonados a su voluntad, nos será indiferente cualquier cosa que nos envíe, cualquier lugar donde nos ponga...
Todo lo que Él quiera de nosotros no solamente nos será indiferente, sino que será de nuestro agrado. (No sé si en todo esto que digo hay error; en todo me someto al que de esto entienda. Yo sólo digo lo que siento, y es que en verdad nada deseo más que amarle a Él, y que todo lo demás a Él lo encomiendo; cúmplase su voluntad).
Cada día soy más feliz en mi completo abandono en sus manos. Veo su voluntad hasta en las cosas más nimias y pequeñas que me suceden.
De todo saco una enseñanza que me sirve para más comprender su misericordia para conmigo.
Amo entrañablemente sus designios, y eso me basta. Soy un pobre hombre ignorante de lo que me conviene, y Dios vela por mí como nadie puede sospechar.
¿Qué de particular tiene que yo nada desee, si tan bien me va, poniendo mi único deseo en Dios y olvidando lo demás?
Mejor dicho, no es que olvide mis deseos, sino que éstos se hacen tan poco importantes y tan indiferentes, que más que olvidarlos, desaparecen, y sólo queda en mi ánimo un contento muy grande de ver que sólo deseo con ansia, cumplir lo que Dios quiere de mí, y al mismo tiempo una alegría enorme de yerme aligerado como de un peso muy gran de, de yerme libre de mi voluntad que he puesto junto a la de Jesús.
El único deseo que me queda es, unas ganas muy grandes de obedecer. Quisiera no disponer nada por mí, sino que todo, absolutamente todo, me fuera ordenado. Aún tengo mucha libertad y como no tengo director espiritual, tengo a veces mucho miedo de equivocarme, y ver la voluntad de Dios en lo que no es más que mi capricho.
Jesús mío ayúdame.
Virgen María no me abandones.
Si alguien me dijera al detalle lo que debo hacer para ser santo y agradar a Dios, yo creo que con la ayuda de Dios y de María lo haría todo.
Con Jesús a mi lado, nada me parece difícil, y el camino de la santidad cada vez lo veo mas sencillo. Más bien me parece que consiste en ir quitando cosas, que en ponerlas. Más bien se va reduciendo a sencillez, que complicando con cosas nuevas.
Y a medida que nos vamos desprendiendo de tanto amor desordenado a la criaturas y a nosotros mismos, me parece a mi que nos vamos acercando más y más al único amor, al único deseo, al único anhelo de esta vida... a la verdadera santidad que es Dios.
¡Qué bueno es Dios que me va enseñando todo esto!... ¡Qué bueno es Dios para conmigo!... ¿Corresponderé como debo?
Señor, no mires mis hechos, ni mis palabras, mira mi intención y cuando ésta no vaya bien encaminada a Ti, enderézala. No permitas, Señor mío, que yo sea desagradecido o pierda el tiempo.
Qué bien se vive lejos de los hombres y cerca de Ti... Cuando oigo el ruido que arma el mundo; cuando veo el sol que inunda el campo e ilumina a los pájaros en libertad; cuando me acuerdo de los días felices que transcurrí en mi hogar..., cierro los ojos, los oídos y las voces del recuerdo y digo..., qué feliz es vivir con Cristo... Nada tengo y tengo a Cristo... Nada poseo ni deseo, y poseo y deseo a Cristo... De nada gozo y mi gozo es Cristo.
Y allá adentro en mi corazón, soy absolutamente feliz, aunque ésta no es la palabra que sirve para designar el estado de mi alma.
No me importan las criaturas, si éstas no me llevan a Dios. No quiero libertad, que a Dios no me conduzca. No quiero consuelos, gozos ni placeres, sólo quiero la soledad con Jesús, el amor a la Cruz y las lágrimas de la penitencia.
Jesús mío, mi dulce amor, no permitas que me aparte de Ti.
María, Madre mía, sé tú mi único consuelo.
El otro día me probé la cogulla que el reverendo Padre Abad me dejará como un favor especial, vestir desde el día de Pascua. Grande siempre ha sido la ilusión que tuve por poder llevar algún día la cogulla cisterciense. Pero..., es tan nueva y tan blanca, que me dio luego una gran pena y mucha vergüenza el tener ese pueril deseo, que no es para mí más que una vanidad delante de los hombres.
A Cristo que es mi Maestro, en estos días le desnudaron delante de la turba que le insultaba..., y a mí me visten... ¿Acaso me he de vanagloriar de ello?... Necio seré si no veo una grande humillación en el día de Pascua, cuando yo, el último discípulo de Cristo, me presente en la comunidad con la cogulla nueva y reluciente de la Orden cisterciense... Qué mejor hubiera sido si me hubieran vestido de «saco».
Pero también eso hubiera sido una pueril vanidad, y en realidad hoy he llegado a la conclusión de que lo mismo me da. Al fin y al cabo, vestido de seda, de lana, o de saco, eso no ha de cambiar mi corazón que a los ojos de Dios es lo que algún día me ha de valer. Todo lo demás es externo y valdrá algo a los ojos de los hombres, pero éstos no me han de juzgar.
¡¡Señor..., Señor..., qué necios somos los hombres!! Un pedazo de trapo nos da placer, y un grano de arena nos da dolor.
¡Ten compasión de los hombres, Señor!

Día 10 de abril de 1938.

viernes, 13 de mayo de 2011

Buscad el rostro de Dios





Cristo Crucificado (Velázquez)

PRÓLOGO

A todos los jóvenes, en edad y/o en espíritu

Queridos jóvenes:

La canonización del Hermano Rafael Arnáiz, que será definida por Su Santidad Benedicto XVI el 11 de octubre del presente año 2009, nos ha impulsado a algunos obispos, vinculados por motivos diversos al Hermano Rafael, a escribir esta Carta Pastoral.

Estas son nuestras intenciones al escribiros:

• Acercaros a los escritos del Hermano Rafael. Ojalá que su mensaje, dibujado en sus propias palabras, llenas de autenticidad y frescura, y nacidas de una profunda vivencia, os enseñen a buscar a “sólo Dios”, -éste era su lema-. Confiamos en que os ayudarán a identificaros con Cristo y a amar entrañablemente a la Virgen María.

• Queremos ofreceros algunas orientaciones inspiradas en su vida y escritos, que iluminen y fortalezcan vuestra espiritualidad de cristianos, deseosos de que lleguéis a ser, como Rafael, testigos de Cristo en el mundo de hoy.

• Deseamos que esta Carta llegue también a los alejados de la Iglesia; a los que les cuesta creer, pero buscan a Dios con una conciencia recta; y también a los que no hayan tenido oportunidad de recibir una educación cristiana pero ansían conocer el corazón de Dios.

Con profundo respeto y afecto, con humildad y sencillez, con gozo y esperanza, pensamos en todos vosotros al redactar estas páginas.
 

+ Francisco Gil Hellín, Arz. de Burgos
+ José Ignacio Munilla, Ob. de Palencia
+ Ricardo Blázquez, Ob. de Bilbao
+ Rafael Palmero, Ob. de Orihuela-Alicante
+ Francisco Cerro, Ob. de Coria-Cáceres
+ Manuel Sánchez, Ob. de Mondoñedo-Ferrol
+ Gerardo Melgar, Ob. de Osma-Soria


 
 
 

Con Rafael, ahuyentando “diablillos”


     Con Rafael, ahuyentando “diablillos”
+ JOSÉ IGNACIO MUNILLA, Obispo de Palencia
(11-10-09 Diario Palentino)

¡Felicidades Palencia! Ha llegado el anhelado 11 de octubre: la Canonización de nuestro muy querido Hermano Rafael Arnáiz.

Rafael es, antes de nada, nuestro “amigo”; consecuencia lógica que se desprende de ser “santo”, es decir, “amigo de Dios”... No dudemos de que él puede ayudarnos a “acertar” en el camino de la vida. Su historia, sus ansias de felicidad y sus luchas interiores, se asemejan a las nuestras, mucho más de lo que nos imaginamos… Las circunstancias de nuestra vida serán muy distintas, pero las batallas que nos presentan las tentaciones y los medios que tenemos para poder vencerlas, son básicamente los mismos. Aunque hayan pasado más de setenta años, y aunque el estrés y el ruido que nos envuelven, contrasten con la paz y el silencio del claustro monacal, estamos básicamente ante los mismos retos.

Para demostrarlo, me quiero servir de un texto extraído de las cartas del Hermano Rafael; un pasaje entrañable y emblemático, en el que nuestro santo comparte con nosotros su lucha contra el hastío y la falta de sentido de la existencia:

«Las tres de la tarde de un día lluvioso del mes de diciembre. Es la hora del trabajo, y como hoy es sábado y hace mucho frío, no se sale al campo. Vamos a trabajar a un almacén donde se limpian las lentejas, se pelan patatas, se trituran las berzas, etc. (…) La tarde que hoy padezco es turbia, y turbio me parece todo. Algo me abruma el silencio, y parece que unos diablillos, están empeñados en hacerme rabiar, con una cosa que yo llamo recuerdos... En mis manos han puesto una navaja, y delante de mí un cesto con una especie de zanahorias blancas muy grandes y que resultan ser nabos. Yo nunca los había visto al natural, tan grandes... y tan fríos... ¡Qué le vamos a hacer!, no hay más remedio que pelarlos.

El tiempo pasa lento, y mi navaja también, entre la corteza y la carne de los nabos que estoy lindamente dejando pelados. Los diablillos me siguen dando guerra. ¡¡Que haya yo dejado mi casa para venir aquí con este frío a mondar estos bichos tan feos!! Verdaderamente es algo ridículo esto de pelar nabos, con esa seriedad de magistrado de luto.

Un demonio pequeñito y muy sutil, se me escurre muy adentro y de suaves maneras me recuerda mi casa, mis padres y hermanos, mi libertad, que he dejado para encerrarme aquí entre lentejas, patatas, berzas y nabos.

(…) Transcurría el tiempo, con mis pensamientos, los nabos y el frío, cuando de repente y veloz como el viento, una luz potente penetra en mi alma... Una luz divina, cosa de un momento... Alguien que me dice que ¡qué estoy haciendo! ¿Que qué estoy haciendo? ¡Virgen Santa! ¡Qué pregunta! Pelar nabos..., ¡pelar nabos!... ¿Para qué?... Y el corazón dando un brinco contesta medio alocado: “Pelo nabos por amor..., por amor a Jesucristo”».

La batalla de Rafael con esos “diablillos” que pretendían robarle la paz, la alegría y hasta la misma esperanza, es también la nuestra. Nuestra vida puede resultarnos monótona, tediosa e insufrible, o por el contrario, gozosa e ilusionante, dependiendo de la clave de sentido que mueva nuestra existencia.

Frente a quienes piensan que el motor del mundo es el dinero, el poder o el placer; los santos nos recuerdan que el verdadero motor, y el único capaz de darnos la capacidad de ahuyentar a “los diablillos”, al mismo tiempo que nos revela el sentido de nuestra existencia, es el amor: el amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús.

El rostro de Cristo tiene la virtud de hacerse presente y de cautivarnos a través de los santos, y ahora, en concreto, a través de quien será venerado como San Rafael Arnáiz. Porque, como dice nuestro Papa Benedicto XVI, con una expresión certera, “los santos son la estela luminosa con la que Dios ha atravesado la historia”.

El Hermano Rafael está acompañado de otros cuatro santos más, en esta ceremonia de Canonización: Zygmunt Szcęsny Feliński, polaco, obispo y fundador de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Familia de María; Francisco Coll i Guitart, español, sacerdote dominico y fundador de la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciación; Jozef Damian de Veuster, holandés, sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones (muy conocido por su entrega heroica a los leprosos, relatada en la película “Molokai”); y Marie de la Croix, francesa, fundadora de la Congregación de las Hermanitas de los Pobres.

Ciertamente, estamos ante grandes figuras que han destacado por su fecundidad apostólica y por la estela que han dejado tras ellos. Entre estos, el Hermano Rafael llama la atención, porque no fundó nada, ni tuvo ningún puesto relevante, ni destacó externamente ante los demás; es más, hubo de conformarse con ser un simple “oblato”, ya que su salud no le permitió abrazar íntegramente la regla trapense… Rafael no hizo cosas grandes, ¡¡sólo fue santo!!

Esto nos recuerda que no debemos confundir la santidad, con unos modelos determinados de liderazgo que nos resultan inalcanzables para el común de los mortales… La santidad no sólo debe ser admirada, sino sobre todo deseada, trabajada y suplicada a Dios. De forma similar a como el destino natural del niño es hacerse hombre, así también el fin del cristiano es ser santo. Es la meta lógica de quien ha sido redimido por Cristo…; lo contrario sería una frustración. Como decía la Madre Teresa de Calcuta: “La santidad no es el lujo de unos pocos, es un simple deber para cada uno de nosotros”. Por ello, el escritor converso León Bloy escribía: "Sólo existe una tristeza: no ser santo".

+ José Ignacio Munilla
Obispo de Palencia
 
      

lunes, 25 de abril de 2011

A ti San Rafael te homenajeamos en tu dia. 26 DE ABRIL

Dejo aqui pensamientos de ete gran santo sobre el Silencio

Calla, hermano, no metas ruido, que estoy hablando a Dios. (Rafael Arnáiz)
       
Callemos a todo, para que en el silencio oigamos los susurros del amor, del amor humilde, del amor paciente, de amor inmenso, infinito que nos ofrece Jesús con sus brazos abiertos desde la Cruz. (Rafael Arnáiz)
       
       
Callemos, el ruido de las palabras estorba. (Rafael Arnáiz)
       
Callemos, guardemos silencio, pues en él hallaremos, si sabemos buscarlo, nuestro tesoro, que es Dios. (Rafael Arnáiz)
       
Callemos, lo mismo cuando somos consolados por el Divino Jesús, que cuando estamos a solas con nuestra cruz. (Rafael Arnáiz)
       
... como tengo tanto que me bulle dentro, encuentro el silencio más apropiado. (Rafael Arnáiz)
       
Con el silencio el sufrimiento es más eficaz. (Rafael Arnáiz)
       
Con silencio, oración y mucha locura por dentro, se espera muy bien la llegada..., y todo llegará. (Rafael Arnáiz)
       
Cuando callamos es cuando más cosas decimos. (Rafael Arnáiz)
    
Cuanto más silencio tengamos, más cerca estaremos de Dios y más lejos del mundo al que queremos olvidar. (Rafael Arnáiz)


El secreto del Rey se mancha y pierde brillo al publicarse. Ese secreto del Rey es el que hay que ocultar para que nadie lo vea. Ese secreto que muchos creerán son comunicaciones divinas y consuelos sobrenaturales..., ese secreto del Rey que envidiamos en los Santos, se reduce muchas veces a una cruz. (Rafael Arnáiz)
       
El silencio de la noche hace grande la más pequeña oración. (Rafael Arnáiz)
       
El silencio del Rey se mancha con el álito de la publicidad. (Rafael Arnáiz)
       
El silencio es donde el alma que goza de Dios esconde sus delicias. (Rafael Arnáiz)
       
El silencio es el recreo del que está alegre y hace la felicidad del enamorado de Dios. (Rafael Arnáiz)
       
El silencio es más agradable a Dios que el hablar, aunque sea de cosas espirituales. (Rafael Arnáiz)      
El tener quieta la lengua hace descansar al corazón. (Rafael Arnáiz)
       
En el silencio es donde muchas veces se encuentra el consuelo que no pueden dar las criaturas. (Rafael Arnáiz)   
... es tan difícil no ofender a Dios con la lengua. (Rafael Arnáiz)


      
Me hablas de tu oración, del estar en silencio delante de Dios... Te entiendo; no quieras ni pidas más. Sobre esto ¡si te pudiera hablar! Pero por escrito es muy difícil, aunque sé lo que eso es... ¡Qué bien se está así!, ¿verdad?. Dios inunda el alma con una suavidad... ¡Señor, Señor!, ¿qué hemos hecho, dónde nos meteremos, hermana?. (Rafael Arnáiz)
       
Mientras no busquemos a Dios en el silencio y en la oración, mientras no estemos quietos, no hallaremos paz, ni encontraremos a Dios. (Rafael Arnáiz)
       
             Mucha gente me pregunta acerca del silencio de la Trapa, y yo no sé que contestar, pues el silencio de la Trapa no es silencio..., es un concierto sublime que el mundo no comprende... Es ese silencio que dice "no metas ruido, hermano, que estoy hablando con Dios..." Es el silencio del cuerpo para dejarle al alma gozar en la contemplación de Dios. No es el silencio del que no tiene nada que decir, sino el silencio del que teniendo muchas cosas dentro y muy hermosas, se calla, para que las palabras que siempre son torpes, no adulteren el diálogo con Dios.
             Es el silencio que nos hace humildes, que nos hace sufridos, que al tener una pena nos la hace contar solamente a Jesús, para que Él también en silencio nos la cure sin que los demás se enteren.
             El silencio es necesario para la oración. Con el silencio es difícil faltar a la caridad.... (Rafael Arnáiz)       
Nada encuentro en los libros; solamente en el silencio de todo y de todos..., en ese silencio que ni el pensamiento se atreve a turbar, en ese silencio que rumía amores y esperanzas, solamente ahí se puede vivir. (Rafael Arnáiz)
       
Nada me dicen las criaturas..., todo es ruido... Sólo en el silencio de todo y de todos, hallo la paz de tu amor... Sólo en el humilde sacrificio de mi soledad, hallo lo que busco..., tu Cruz..., y en la Cruz estás Tú, y estás Tú solo, sin luz y sin flores, sin nubes, sin sol... (Rafael Arnáiz)   

No busques quien te hable de Él..., te llevarás muchas desilusiones y no hace falta, pues "no sabrán decirte lo que quieres", y hasta parece que ocultando el amor que a Dios tienes, le quieres más... (Rafael Arnáiz)

Nuestra paz en el mundo aumenta a medida que aumenta nuestro silencio. (Rafael Arnáiz)
       
Oculta a Dios dentro de ti; ten tus ratos de silencio y tu oración, pero que nadie se entere. (Rafael Arnáiz)   

Por el alma silenciosa navegan los pensamientos de Dios; y cuanto más silencio, más paz, más serenidad y más facilidad para estar en la presencia del Señor. (Rafael Arnáiz)

Que tu vida sea renuncia, sacrificio, oración y silencio. (Rafael Arnáiz)

      
Silencio, oración, renuncia y sacrificio con la risa en los labios y paz en el corazón, eso es amor. (Rafael Arnáiz)
       
Solamente en el silencio se puede vivir, pero no en el silencio de palabras y de obras..., no; es otra cosa muy difícil de explicar... Es el silencio del que quiere mucho, mucho, y no sabe qué decir, ni qué pensar, ni qué desear, ni qué hacer... Sólo Dios allá adentro, muy calladito, esperando, esperando, no sé..., es muy bueno el Señor. (Rafael Arnáiz)
       
Soledad y silencio es el marco imprescindible a la oración. (Rafael Arnáiz)      
      
Veo mi camino tan sencillo..., amor de lleno a Dios y silencio con los hombres. (Rafael Arnáiz)   


Para llegar a ser santos necesitamos humildad y oración. Jesús nos enseña a orar; e igualmente nos enseña a ser mansos y humildes de corazón (Mt 11, 29). Nada de todo esto llegará a término si no sabemos qué es el silencio. La humildad y la oración serán tanto más profundas en la medida en que el oído, el espíritu y la lengua habrán vivido en silencio con Dios, porque es en el silencio del corazón que Dios habla.  (Sta. Teresa de Calcuta)


Señora del Silencio y de la Cruz,
Señora del Amor y de la Entrega,
Señora de la palabra recibida
Y de la palabra empeñada,
Señora de la Paz y de la Esperanza,
Señora de todos los que parten,
Porque eres la Señora
Del camino de la Pascua. (I.Larrañaga)
 
 9-10-10
Oración
Señor, hazme manso, prudente y humilde. Dame la fortaleza para callar, esperar y confiar en Ti. Enséñame a hacer pequeños sacrificios interiores que agraden a Tu Corazón Amante, necesitado de pequeños gestos que te recuerden la humildad y el silencio de Tu Madre, en la pequeña casita de Nazaret. Ella, la más perfecta Criatura surgida del Amor de Tu Padre, guardó silencio desde el día en que el Ángel le anunció Tu venida, hasta aquella tarde en que te vio morir en la Cruz. Tú también guardaste silencio ese día. Ahora, Señor, enséñanos a callar, a esperar, a amar.

viernes, 22 de abril de 2011

Viernes Santo

4:00 de la mañana :
                                Ha sufrido esta noche infinitos escarnios en casa de Caifás: Pedro le ha negado tres
                                veces y ahora gritan todos que es blasfemo y digno de muerte. ¡ Qué ingratitud!

5:00 de la mañana:
                              Le conducen ante Pilatos, ¡qué insultos por las calles! ¡Con qué furor le acusan!

6:00 de la mañana:
                              Es presentado a Herodes, le escarnecen como a un loco ¡Y es sabiduría infinita!

7:00 de la mañana:    
                              Pilatos le compara con Barrabás, y es pospuesto a tan vil asesino!

8:00 de la mañana:
                              Atado a la columna y despedazado con más de cinco mil azotes.

9:00 de la mañana:
                              Le hincan en la cabeza una corona de setenta y dos espinas, ¡no puedes imaginar el
                              tormento!

10:00 de la mañana:
                                Dice Pilatos "Ecce homo" mostrándole al pueblo, y éste pide sea crucificado. Cede
                                el cobarde y le condena a muerte.

11:00 de la mañana:
                                Sale con la cruz a cuestas. ¡Qué caídas tan dolorosas!¡Qué amargura, cuando
                                encuentra a Su Madre! ¡Qué palabras tiernas dirige a las mujeres que le siguen!

12:00 del mediodía :
                                Le desnudan y clavan en la cruz....¡Qué ignominia!¡Qué tormento!

01:00 de la tarde:
                            Ruega por sus verdugos, abre el Paraíso al ladrón; y nos da por Madre a su propia
                            Madre: ¡Qué bondad y Misericordia la de Su corazón!

02:00 de la tarde:
                            Se queja con amor a Su Padre; tiene sed, y le dan de beber hiel y vinagre!...
                            Ya todo se ha cumplido.

03:00 de la tarde:
                           ...Entrega Su espíritu al Padre Eterno y muere por amor a mí...(Señal de la Cruz y rezar
                           cinco Padrenuestros) . Te adoro..Mi Salvador y Redentor!

04:00 de la tarde:
                           Le bajan de la cruz; ¡qué escena aquella tan tierna!¡Qué lágrimas!¡Qué coloquios!

05:00 de la tarde:
                           Mira a Jesús en los brazos de Su Madre....
                               


viernes, 1 de abril de 2011

martes, 8 de febrero de 2011

Capítulo de culpas.Papel encontrado en uno de los bolsillos de la túnica cuando murió

El Hermano Rafael Arnáiz falleció el 27 de abril en un fuerte ataque de la diabetes que padecía.




Subir escalera golpeando pies [tachado].
No hacer el saludo en capitulo [tachado].
Volver cabeza durante Misa [tachado].
Señas durante el gran silencio [tachado]
Correr sin respeto en la iglesia [tachado].
Señas habladas con un profeso [tachado].
No obedecer inmediatamente campana [tachado].
Equivocarme coro, no hacer postración [tachado].
Dar muestras externas de impaciencia [tachado].
Perder tiempo trabajo [tachado].
Perder tiempo mirar ventanas [tachado].
Perder tiempo intervalos [tachado].
Accionar exageradamente como seglar [tachado].
Descuidado con el cuarto de la enfermería.
Hablar sin necesidad.
Descuidado en hacer ruidos en la escalera y con las puertas.
Distraerme en el coro y no hacer a punto las inclinaciones.



(1) En este día cumplía Rafael 27 años. Le quedan 17 días de vida.

domingo, 6 de febrero de 2011

jueves, 3 de febrero de 2011

Carta A su padre desde San Isidro de Dueñas

8 de abril de 1934 - domingo
Queridísimo padre: Tú no me molestas nunca, sea el que sea el asunto que tengas que tratar. En contestación a tu pregunta te diré que la carta de pago por valor de 750 pesetas la entregué en la oficina de Mayoría del cuartel de la Montaña, Regimiento de Zapadores Minadores; me parece recordar me dieron un recibo que, silo conservo, lo encontraréis en unos sobres blancos, donde tenía yo todas las cuentas de Madrid... Los sobres no sé dónde están..., pero de todas maneras, si no encontráis el recibo entre mis papeles, no creo difícil os extiendan un duplicado..., pues la carta de pago allí está... Si necesitas dirigirte a algún militar,, trata el asunto con el suboficial don Luis Díaz Iglesias, muy buena persona, y que a mi me quería mucho. Nada más puedo decirte sobre el asunto en cuestión.
Supongo en vuestro poder una larga carta que os escribí el otro día, dándoos detalles de mi vida; nada tengo que añadir a ella. Sigo pidiendo por vosotros, pues es de la única manera que puedo pagar algo de lo que os debo.
Antes de venir al monasterio, tenía ilusión en terminar mi carrera para, con mis primeras ganancias, ayudar a mi padre..., y pensaba en lo que había de hacer con las mil pesetas que ganase de mi primer proyecto... Desde luego, no habían de ser para mi..., mis padres estaban antes... Pero las cosas han cambiado... El arquitecto futuro se ha trocado en monje; los proyectos de glorias humanas, se han cambiado en deseos de gloria de Dios... Yo he cambiado, por tanto, de estudiante, en novicio. Mis aspiraciones para ganar dinero, se van a convertir en voto de pobreza..., pero no paséis cuidado, lo que no cambia ni cambiará es mi condición de hijo, y si no os puedo ayudar con el dinero, que no gano, tened la seguridad que las primeras oraciones que salieron de mi, al tomar el nuevo estado, fueron para mi padre y para mi madre... Mis ganancias no son para la tierra; no tenéis, pues, la dicha de decir: Tenemos un hijo que con su valer está asombrando al mundo, su fama corre entre los hombres por quien es considerado; amontona riquezas y es el sostén de sus padres...
En lugar de todo ese magnífico programa, al cual yo no podría llegar nunca, pues mis méritos son bastante escasos, podéis exclamar: Tenemos un hijo a quien nadie conoce, es más pobre que las ratas..., es un trapense que vive en paz y gracia de Dios en su monasterio; no nos ayuda materialmente, porque no puede, pues no gana más que para su sustento; pero, en cambio, está amontonando para sus padres una riqueza que los hombres no aprecian porque no conocen, y que algún día, allá delante de Dios, podrá ofrecer a sus padres y hermanos, y decirles: Mis sacrificios han sido aceptados por Dios, y yo los he ofrecido en vuestro nombre, y mientras vosotros creíais que vuestro hijo no servia para nada, estaba a los pies de Jesús pidiendo por sus padres. Por tanto, ya veis que de alguna manera cumplo el mandamiento de honrar padre y madre.
Siento mucho lo de tía Petra y ya me imagino el cuadro... No quiero ponerme pesado como el otro día y deciros que tengáis paciencia... Os supongo con la necesaria... Procurad atender en lo posible a su asunto espiritual, no vaya a daros un susto cualquier día, y, aunque a mí, a su edad me parece irresponsable, eso no es cuenta nuestra, sino de Dios; a nosotros no nos queda más que poner los medios.
El Padre Eufrasio, el superior de los padres carmelitas, me dijo que iría alguna vez por casa, ¿ha ido? Tened confianza con él, pues es muy bueno.
¿Qué tal los ejercicios espirituales de Fernando? He pedido a Dios le sirvan para ser muy bueno.
Yo nada tengo que contaros de nuevo... Que hoy domingo está lloviendo y el cielo encapotado; me recuerda los grises días de Asturias.
Bueno, nada más por hoy; no quiero prolongarme como el otro día, porque yo, con una pluma en la mano, no descanso y lo triste es que no digo nada en sustancia.
Como único detalle del día, te diré que se ha estropeado el órgano, y como el último novicio tiene que moverlo a brazo, me he pasado el día haciendo subir a Dios mis oraciones a fuerza de puños, y tengo "agujetas" en los brazos.
También te diré, por si te interesa, que sigue lloviendo... Y... nada más de particular, sino es volver a repetirte que, como dices en tu carta, no me molestas con asuntos de intereses... Tienes que tener en cuenta que todavía no me he muerto.
Desde luego, que yo sin hablar de pesetas soy feliz, y me parece mentira que mis cartas no sean para pediros dinero como otras veces. Aquellas combinaciones chinas de quitar y poner, sumar y restar, para luego, en resumidas cuentas..., el sablazo a mi padre, pasó a la historia todo eso.
Bueno, os dejo que tengo aún mucho que hacer, como es hacer el vía-crucis y rezar el rosario a la Santa Madre... Mira, que no lo dejéis de rezar que, aunque yo no estoy, muchas veces me acuerdo de las rapideces de mi madre; ahora yo lo rezo solo, pero siempre lo hago como si estuviera con vosotros, y yo creo que la Virgen recibe las oraciones vuestras y [las] mías al mismo tiempo, aunque sean en distintas horas...
Verdaderamente es un gran consuelo para los cristianos el sabernos tan unidos... Cuando hay fe, no existen distancias ni edades, ni padres ni hijos; no existe más que una cosa que es Dios, a donde vamos todos a parar tarde o temprano.
Recibe un millón de abrazos de tu hijo
Fr M. Rafael

martes, 1 de febrero de 2011

Hermano Rafael - Dios y mi alma (V)








7 de abril de 1938 - jueves

Día 7 de abril de 1938.

Jesús mío, arrodillado humildemente a los pies de tu santísima Cruz, te pido con todo fervor me des la virtud de la paciencia, me hagas humilde y me llenes de mansedumbre... Jesús mío, mira que esas tres cosas las necesito mucho.

Ayer sufrí un desprecio de un hermano..., me hizo llorar y si no hubiera sido porque Tú desde la Cruz me enseñaste a perdonar, quizás hubiera cometido una falta ¡Cuánto me costó vencerme!... Pero dormí más tranquilo.

Bendito Jesús, ¿qué me enseñarán los hombres, que no enseñes Tú desde la Cruz?

Ayer vi claramente que solamente acudiendo a Ti se aprende; que sólo Tú das fuerzas en las pruebas y tentaciones y que solamente a los pies de tu Cruz, viéndote clavado en ella, se aprende a perdonar, se aprende humildad, caridad y mansedumbre.

No me olvides, Señor..., mírame postrado a tus pies y accede a lo que te pido.

Vengan luego desprecios, vengan humillaciones, vengan azotes de parte de las criaturas..., ¡qué me importa! Contigo a mi lado lo puedo todo... La portentosa, la admirable, la inenarrable lección que Tú me enseñas desde tu Cruz, me da fuerzas para todo.

A Ti te escupieron, te insultaron, te azotaron, te clavaron en un madero, y siendo Dios, perdonabas humilde, callabas y aún te ofrecías... ¡Qué podrá decir yo de tu Pasión!.. Más vale que nada diga y que allá adentro de mi corazón medite en esas cosas que el hombre no puede llegar jamás a comprender.

Conténteme con amar profundamente, apasionadamente el misterio de tu Pasión, y aprenda a sufrir de la manera que Tú lo hiciste. Ya sé que eso es el imposible de los imposibles, pero mira Señor Jesús mi intención.

¡Qué dulce es la Cruz de Jesús! ¡Qué dulce es sufrir perdonando!

¡Qué dulce es sufrir abandonado de los hombres estando abrazado a la Cruz de Cristo! ¡Qué dulce es llorar un poquito nuestras penas y unirlas a la Pasión de Jesús! ¡Qué bueno es Dios, que así me prueba, y desde su Cruz santa, me enseña! Me enseña sus llagas manando sangre inocente; me enseña un semblante del que en medio de la agonía y del dolor, no salen quejas, sino palabras de amor y de perdón.

¡Cómo no volverme loco!... Me enseña su Corazón abierto a los hombres, y despreciado... ¡Dónde se ha visto ni quién ha soñado dolor semejante!

¡Qué bien se vive en el Corazón de Cristo! ¿Quién se puede quejar de padecer?

Sólo el insensato que no adore la Pasión de Cristo, la Cruz de Cristo, el Corazón de Cristo, puede desesperarse en sus propios dolores.

Pero el que de veras ame, y sienta lo que es unirse a Jesús en la Cruz, ese bien puede decir que es sabroso el padecer, que es dulce como miel el dolor, que es un enorme consuelo el padecer soledad tedio y tristeza por parte de los hombres.

¡Qué bien se vive, junto a la Cruz de Cristo!

Cristo Jesús, enséñame a padecer... Enséñame la ciencia que consiste en amar el menosprecio, la injuria, la abyección... Enséñame a padecer con esa alegría humilde y sin gritos de los santos... Enséñame a ser manso con los que no me quieren, o me desprecian... Enséñame esa ciencia que Tú desde la cumbre del Calvario muestras al mundo entero.

Mas ya sé..., una voz interior muy suave me lo explica todo..., algo que siento en mí que viene de Ti y que no sé explicar, me descifra tanto misterio que el hombre no puede entender... Yo, Señor, a mi modo, lo entiendo..., es el amor..., en eso está todo... Ya lo veo, Señor..., no necesito más, no necesito más... es el amor, ¿quién podrá explicar el amor de Cristo?... Callen los hombres, callen las criaturas... Callemos a todo, para que en el silencio oigamos los susurros del Amor, del Amor humilde, del Amor paciente, del Amor inmenso, infinito que nos ofrece Jesús con sus brazos abiertos desde la Cruz.

El mundo loco, no escucha... Loco e insensato vuela embriagado en su propio ruido..., no oye a Jesús, que sufre y ama desde la Cruz.

Pero Jesús necesita almas que en silencio le escuchen.

Jesús necesita corazones que olvidándose de sí mismos y lejos del mundo. adoren y amen con frenesí y con locura su Corazón dolorido y desgarrado por tanto olvido. Jesús mío, dulce dueño de mis amores, toma el mío.

A los pies de tu Cruz lo pongo... Está junto al de María. Jesús mío, tómalo..., enséñale tus heridas... Enséñale tus dolores y tus amarguras. Enséñale tus tesoros para que aprenda a despreciar el mundo y todo lo que no seas Tú... Enséñale el amor... Ponle junto a tu Corazón para que de una vez se embriague en tus delicias, y se empape en tu purísima divinidad.

Virgen María..., estoy loco, no sé lo que pido, no se lo que digo... Mi alma desbarra... No sé lo que siento; mis palabras son torpes y mal arregladas, pero tú, Virgen María, Madre mía, que ves los anhelos de todos tus hijos, sabrás comprender.

Ya sé que es mucho lo que pido, pues lo pido todo.

Yo en cambio, Señora, todo lo he dado y si aún me queda algo, tómalo también, Señora, y dáselo a Jesús. Ya sé que aunque diera mil vidas que tuviera, no sería digno de recibir ni siquiera un pensamiento bueno de Dios, pero es mi modo de hablar... Ya sé que lo he dado todo y... es nada. No alego, pues, lo que el mundo cree méritos, para pedir a Jesús un poquillo de amor. Él lo da a quien y cuando le place. Y ya que los sacrificios y renuncias que he hecho por Jesús no son bastante..., te ofrezco, Señora, algo que no puedes desechar, algo por medio de lo cual tienes que oírme, algo que hace abrirse los cielos y que el mismo Padre mira complacido... Es, Señora, la Pasión de Cristo, tu Hijo... Es la Sangre de Cristo; es la Cruz donde murió el Hijo de Dios.

Señora, Virgen María..., ¿ves?, con la Cruz lo puedo todo.

No me olvides Madre mía..., y perdona las chifladuras de este pobre oblato trapense, que quisiera volverse chiflado de veras, de tanto amarte a ti, Virgen Madre, y de tanto amar su obsesión..., que es la Cruz de Jesús su divino modelo. Así sea.

viernes, 28 de enero de 2011

De una vez que se distrajo en la oracion

Una hora de oración sin un pensamiento de Dios. Apenas me di cuenta, el tiempo pasó. Sonaron las cinco en el reloj y ya llevaba una hora de rodillas… ¿Y la oración? No sé…, no la hice. Estuve pensando en mí mismo, en mis sufrimientos personales, en los recuerdos del mundo. ¿Y Jesús? Y ¿María? Nada… Sólo tengo egoísmo, poca fe y mucha soberbia… ¡Tan importante me creo! ¡Tanto me considero!

¡Pobrecillo!, polvillo insignificante a los ojos de Dios. Ya que no sepas sacar fruto de la oración, aprende a humillarte delante de Él, y así luego lo harás mejor delante de los hombres.

Señor, tened piedad de mi... Sufro, sí..., pero quisiera que mi sufrimiento no fuera tan egoísta. Quisiera, Señor, sufrir por tus dolores de la Cruz, por los olvidos de los hombres, por los pecados propios y ajenos..., por todo, mi Dios, menos por mí... ¿Qué importo yo en la creación?; Qué so delante de Ti?... ¿Qué representa mi vida oculta en la infinita eternidad?... Si me olvidara de mí mismo, mejor sería Señor.

No tengo nada más que un refinado amor propio, y vuelvo a repetir, mucho egoísmo.

Procuraré con la ayuda de María enmendarme. Haré el propósito de que cada vez que un recuerdo del mundo venga a turbarme, acudir a Ti, Virgen María, y rezarte una Salve por todos los que en el mundo te ofenden.

En lugar de meditar mis sufrimientos..., meditar en el agradecimiento, a amar a Dios en mis propias miserias.

Perseveraré en la oración, aunque pierda el tiempo.

29-12-1937

Sólo pretendo vivir una vida muy sencilla

Todo va cambiando en mi alma. Lo que antes me hacia sufrir..., ahora me es indiferente; en cambio, voy encontrando repliegues en mi corazón que estaban escondidos, y que ahora salen a la luz.

En primer lugar, lo que antes me humillaba, ahora casi me causa risa. Ya no me importa mi situación de oblato en el monasterio... Alguna vez miro con cierta envidia la cogulla, pero me alegraría si me dieran la capa de oblato y me quitaran la de novicio (1). Veo que el último lugar es el mejor de todos; me alegro de no ser nada ni nadie; estoy encantado con mi enfermedad que me da motivos para padecer físicamente y moralmente. Pero lo más general es que me traiga sin cuidado, y no me importe nada, ni la capa, ni la cogulla..., (2) y el lugar veo que es lo de menos...

Mi enfermedad..., ¿qué más me da comer solo que acompañado, lentejas que patatas, padecer hambre o sed, vivir hacia la derecha o hacia la izquierda?

Todo me es igual. Sólo quiero amar a Dios y cumplir su voluntad...¿Qué hay fuera de eso? Vanidad..., aire..., deseos pueriles de hombre.

Antes sufría al yerme solo. Bendita soledad, Señor, en que me pones... No quiero que me hable ninguna criatura. ¿Qué me pueden decir que Tú desde tu Cruz, no me enseñes?

Cuando tengo una duda, o algo en que estoy incierto, cuando me aprieta una tentación o me dejo llevar de alguna flaqueza..., procuro hacer un acto de humildad a los pies de tu Cruz, y besando tu divina sangre que escurre de las llagas de tus pies por el madero..., pedirte protección, ayuda y consejo..., lo que Tú me inspiras en aquel momento, eso hago.

Bendita soledad en la que Tú sólo recoges mis penas. En la que Tú sólo recibes mis lágrimas, y para quien sólo son mis fervores, mis ansias de tu amor, mis deseos de padecer una partecica de tu cruz.

Ya no me quejo de nada, Señor... Sólo quiero hacer tu voluntad y creo, Señor, en la obediencia humilde, cumplirla.

Sólo pretendo vivir una vida muy sencilla, sin cosas extraordinarias..., muy oculto a los hombres mi amor por Ti...

lunes, 17 de enero de 2011

NOVENA A SAN RAFAEL ARNÁIZ

Comenzar todos los días de la novena rezando el acto de contrición. Rezar a continuación la oración del día que corresponda:

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Amén.



DÍA PRIMERO
¡Qué grande es Dios! A ti te da el Señor en mí un hermano, y a mí me da en ti un alma a quien ayudar para que practique esa caridad que Jesús nos ha enseñado: "Amaos los unos a los otros como Yo os he amado". ¡Qué consuelo tan grande, es verse amado por Cristo y en Cristo, sobre todo cuando estamos en desolación, y el Señor nos da una prueba! Besa con cariño inmenso la mano bendita de Dios, que da la salud cuando quiere y la quita cuando le place.

En mis oraciones delante de la Virgen María, allí, bajo su manto, a Ella, de quien recibimos todo, le pido por ti. La Virgen María me atiende siempre cuando es bueno le que le pido.

Terminar con la oración final de todos los días.



DÍA SEGUNDO
No temas; el Señor me ha puesto en tu camino; para algo será... ¿Te puedo ayudar?; pues te ayudo: es un consuelo que el Señor me da, y muy grande. ¿Necesitas un apoyo material, quizás un consuelo humano?; pues sea: el Señor así lo ha dispuesto. No hay dolor que no tenga compensación en esta o en la otra vida, y que, en realidad, para ganar el Cielo se nos pide muy poco.

¡Cómo me consuela saber que has llorado a los pies de la Virgen! ¿Verdad que Ella consuela? Te aseguro que de la Virgen lo espero todo. ¡Si vieras!... ¡Es tan buena la Virgen! No hay pena que Ella no dulcifique, no hay alegría que Ella no santifique.

Terminar con la oración final de todos los días.


DÍA TERCERO
Si con sencillez me dices que yo puedo ayudarte, también sencillamente te diré que todo lo que soy y puedo lo tienes ya; me uno a tus oraciones. Muchas veces al pensar en el "Pedid y recibiréis" y en lo miserables que somos, incluso en el pedirle a Dios, me decía: "Señor, nada os pido"; pero en ese nada tan seco va encerrado todo lo que me podéis dar, y que yo no acierto a comprender. Como veis, Señor, nada os pido, y sin embargo os lo pido todo.

Con Jesús y María a mi lado lo puedo todo. ¡Sería todo tan fácil si acudiéramos a la Señora! A mí me ha sacado adelante en muchas ocasiones.

Terminar con la oración final de todos los días.


DÍA CUARTO
Dios me ha escuchado y me escucha; lo sé y lo veo... Sabía que Dios me quería, ¡pero podamos hacer algo: quisiera que a mi alrededor no hubiera más que almas que le amaran mucho. ¡Qué bueno es el Señor, qué sencillos sus caminos! Parece que está esperando que tengamos cualquier dificultad para alargarnos una mano y tendernos su ayuda. Te aseguro que es muy dulce abandonarse en manos de tan buen Padre.

Ama mucho a la Virgen, y esto te ayudará para amar a Dios. ¡Qué suave y dulce es consagrarse a Maria! A mí no me negó nada desde el primer día de mi vida religiosa.

Terminar con la oración final de todos los días.


DÍA QUINTO
Verdaderamente que vuestra situación es apurada, pero ten fe y confía: el Señor, cuando a El se le deja hacer, no hace las cosas a medias, y, o todo termina pronto, o lo arregla. ¡Qué más da, si es El el que lo dispone! Animo, querido hermano; no quieras aliviar tu sufrimiento, tampoco quieras aumentarlo, no quieras nada. ¡Qué bueno es tener que sufrir!... No te quiero quitar nada, pero estoy a tu lado en todo. Ya verás como todo se arregla..., y se arregla bien, estoy seguro.

Te aseguro que si acudiéramos siempre a María seria otra cosa de nosotros. A mí siempre me ha servido de mucho; casi todo se lo debo a Ella, hasta mi vocación. Ya verás como la Virgen os ha de arreglar vuestros asuntos, estoy seguro. Mira: tienes que ayudarme junto a Ella; más podrán dos que uno.

Terminar con la oración final de todos los días.


DÍA SEXTO
¡Bendito sea el Señor! ¡Qué cosas hace! Nosotros no sabemos; pero, aunque parece que desencadena sobre la Humanidad la cruz y el dolor, ¡qué suaves se hacen éstos cuando vemos que el Señor es el que lo hace! ¡Si vieras..., es tan agradable y tan dulce estar en las manos de Dios! No te apures, no llores ni te aflijas por "penas que pasan", y aunque no pasaran y en la cruz tuviéramos que estar hasta el fin del mundo, ¡es tan bueno Jesús y tanto nos ama!

Todo, absolutamente todo, en nuestra vida está en manos de María; de manera que no hay que preocuparse, que Ella lo arreglará todo: ponte en sus manos y confía.

Terminar con la oración final de todos los días.

DÍA SÉPTIMO
Pobre alma que sufres..., ¿buscas descanso? Ni en nada ni en nadie lo hallarás; cállate un poquito, busca un sitio en tu alma, muy oculto, muy silencioso, y en él pon un poco de amor a Jesús, y, ya verás, ni penas ni alegrías turbarán tu paz, y aun la espera se hace dulce, ¡Jesús en el alma! Todo, todo se arregla mirando a Jesús.

Todos, todos llevamos dentro algo que, después de Dios, sólo María puede comprender y puede consolar: ese algo es criatura, ese algo es necesidad humana, es cariño, a veces dolor, ese algo que Dios puso en nuestras almas, y que las criaturas no pueden llenar, para que así busquemos a María; a María, que fue Esposa, que fue Madre, que fue mujer. ¿Quién mejor que Ella para comprender, para ayudar, para consolar, para fortalecer?

Terminar con la oración final de todos los días.


DÍA OCTAVO
"Bienaventurados los que lloran", dijo Jesús en la tierra, a orillas del lago, y una turba de enfermos, tullidos, pobres y pecadores le seguían. Y yo creo que al posar en Jesús los ojos, teñidos antes por el llanto, ahora reían gozosos y bendecían sus lacras y sus miserias, que era lo que les unía a Jesús. Y Jesús curaba, y Jesús consolaba, y Jesús, el tierno Jesús, perdonaba.

La escena se repite; sólo que Jesús no está en persona en el lago Tiberíades, Jesús está en el Sagrario. Allí recibe a sus amigos, allí los consuela, los cura y los perdona. ¡Qué intimidad tan grande la de Jesús con los que lloran! ¡Benditas lágrimas, penas y enfermedades, que son nuestro tesoro!

¡Qué bueno y qué grande es Dios, que nos ofrece el corazón de María como si fuese el suyo! ¡Qué bien conoce nuestra miserias que nos pone ese puente... que es María!

Terminar con la oración final de todos los días.



DÍA NOVENO
Dios me lleva de la mano por un campo donde hay lágrimas, donde hay guerras, hay penas y miserias, santos y pecadores; me pone cerca de la Cruz y, enseñándome con la mirada todo eso, me dice: "Todo eso es mío, no lo desprecies; ama a las criaturas, que son mías". ¡Qué alegría tan grande es verse querido de Dios, contarse en el número de sus amigos, seguirle paso a paso en Jerusalén con los ojos fijos en su rostro!

Sólo puedo decirte que con la ayuda de María lo que podemos hacer es esperar. ¡Qué dulce es esperar para el que espera! ¡Qué dulce es esperar con los ojos cerrados y el corazón abierto! jQué dulce es esperar pensando en Dios y debajo del manto de María! Sí, querido hermano, "en sólo Dios tengo puesta mi esperanza", y esa esperanza es Maria".

Terminar con la oración final de todos los días.



ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Señor Omnipotente, que glorificas a los humildes y abates a los soberbios, te suplicamos por la gloria de tu Santo Nombre ensalces la memoria de tu Siervo Rafael, concediéndonos la gracia que te pedimos por intercesión del mismo, que vivió y murió para glorificarte a Ti, Señor, que con el Hijo y el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria, Credo y Salve.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Escritos


Hermano Rafael - Dios y mi alma (I) (índice)

16 de diciembre de 1937 - jueves

Ave María.

Después de una larga temporada (casi un año) pasada en casa de mis padres, reponiéndome de un achaque de mi enfermedad, vuelvo de nuevo a la Trapa para seguir cumpliendo mi vocación, que es solamente amar a Dios, en el sacrificio y en la renuncia, sin otra regla que la obediencia ciega a su divina voluntad.

Creo hoy cumplirla, obedeciendo sin votos y en calidad de oblato, a los superiores de la abadía cisterciense de San Isidro de Dueñas.

Dios no me pide más que amor humilde y espíritu de sacrificio.

Ayer, al dejar mi casa y mis padres y hermanos, fue uno de los días de mi vida que más sufrí.

Es la tercera vez que por seguir a Jesús abandono todo, y yo creo que esta vez fue un milagro de Dios, pues por mis propias fuerzas es seguro que no hubiera podido venir a la enfermería de la Trapa, a pasar penalidades, hambre en el cuerpo, debido a mi enfermedad y soledad en el corazón, pues encuentro a los hombres muy lejos. Sólo Dios..., sólo Dios..., sólo Dios. Ése es mi tema..., ése es mi único pensamiento.

Sufro mucho..., María, Madre mía, ayúdame.

He venido por varios motivos:

1º Por creer cumplir en el monasterio, mejor mi vocación de amar a Dios en la Cruz y en el sacrificio.

2º Por estar España en guerra, y ayudar a combatir a mis hermanos.

3º Para aprovechar el tiempo que Dios me da de vida, y darme prisa a aprender a amar su Cruz.

A lo que solamente aspiro en el monasterio es:

1º A unificarme absolutamente y enteramente con la voluntad de Jesús.

2º A no vivir más que para amar y padecer.

3º A ser el último, menos para obedecer.

Que la Santísima Virgen María, tome en sus divinas manos mis resoluciones y las ponga a los pies de Jesús, es lo único que hoy desea este pobre oblato.

Máximas esprituales


Algunas máximas espirituales del Beato Fray María Rafael
¡Sólo Dios llena el alma..., y la llena toda!

La verdadera felicidad se encuentra en Dios y solamente en Dios.

El que no tiene a Dios necesita consuelo; pero el que ama a Dios, ¿qué más consuelo?

Honrando a la Virgen, amaremos más a Jesús; poniéndonos bajo su manto, comprenderemos mejor la misericordia divina.

¡Qué grande es Dios, qué dulce es María!


ORACIÓN
Señor omnipotente
que glorificas a los humildes
y abates a los soberbios,
te suplicamos por la gloria de tu Santo Nombre
ensalces la memoria de San Rafael,
concediéndonos la gracia que te pedimos por intercesión del mismo,
que vivió y murió para glorificarte a Ti, Señor,
que con el Hijo y el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

De Catholic.net

viernes, 19 de noviembre de 2010

Algo escrito por Rafael


"Escribo estas cosas tal como se me ocurren..., quizás no sean pensamientos profundos ni de grandezas, lejos de mí suponerlas tales, lo que sí quiero que sean es el fiel reflejo de lo que pienso , de mi manera de ver y sentir las cosas.
Cuando cojo la pluma y pienso, un poco antes, lo que voy a decir, al ver que mi único pensamiento es hablar de Dios y siempre de Dios..., me siento tan pequeño, que me dan ganas de cerrar el cuaderno y dejar las páginas en blanco, que así seguramente dirán, más expresivamente que yo, con mis torpes palabras, la grandeza de Dios…
Mis escritos son al mismo tiempo reflexiones conmigo mismo y oraciones a Dios. Mis impresiones de lo que mis ojos ven por el mundo en donde estoy, están vistas a través del prisma de Dios... No lo puedo ver de otra forma, ni lo quiero tampoco…
Si me impresiona un paisaje, es porque en él veo a Dios, y los colores, los vientos y el sol, son obras suyas. Alabémosle, pues. En las criaturas, o sea, lo mismo en los hombres que en los seres irracionales, también veo a Dios. En la grandeza de las almas para alabarle, y en las miserias de los cuerpos para implorarle.... En los actos de la vida, también veo a Dios..."

jueves, 11 de noviembre de 2010

¿Qué vine yo aquí a buscar? ¿Acaso a los hombres?

23 de febrero de 1938.
¡Señor Jesús! Tú que eres el único que en este destierro entre los hombres me consuelas; el único en quien descansa mi alma; el único que me enseña y guía, sé, Señor, también, el sostén y el apoyo en mis flaquezas y tentaciones.
¿Qué vine yo aquí a buscar? ¿Acaso a los hombres? No, Dios mío..., no... sólo a Ti y a tu Cruz deseo... Pero (siempre el "pero"), yo también soy hombre, sujeto a mudanzas y con un corazón vano y caprichoso... Yo, Señor, vine buscándote a Ti... mas he de vivir entre criaturas, ¡qué gran cruz es ésa!... queriéndote a Ti y suspirando por Ti..., he de vivir aún entre hombres. He de ver a cada paso en la tierra, o una miseria o una flaqueza o un dolor... ¡Qué duro se hace, Señor, vivir en la tierra!
Hubo un tiempo en que busqué al hombre..., busqué su consuelo..., busqué a Dios en la criatura... Vana ilusión... Cuánto me ha hecho sufrir.
Ya no espero nada de los hombres... ¿Qué me pueden dar?... Sólo Tú, Señor, eres mi única esperanza.
¿Dónde están los que te aman, Dios mío? Vine engañado al monasterio. La realidad me ha abierto los ojos... En mis luchas, Señor, me sostuviste... (aún no he dejado de luchar)... En la desilusión de mi vida, pude tirar por otro camino, el mundo, mas la misericordia de Dios me sostuvo y me sostiene... ¡¡Y qué obra de Jesús tan maravillosa!! Mi alma se ensancha y goza al ver perdida la ilusión, y se extasía al ver que sólo Dios puede llenar mi vida.
Solo en la Trapa, desprendiendo mi corazón poco a poco de todo, voy viviendo mi soledad con Dios. ¡Qué felicidad!... pero cuántas lágrimas cuesta. Qué dura se hace a veces la tentación.
El otro día vi y entendí algo que me llenó el alma de turbación... ¿Cómo es posible, Dios mío? Soy hombre y sufrí... ¿cómo no?... No sabia qué hacer si llorar o tirarme a las paredes... No podía estudiar, ni rezar, ni pensar en otra cosa... Dios mío, Dios mío ¿dónde están los que te aman?... ¿Cómo es posible vivir entre los hombres?... Señor, ten compasión de mi, yo soy el más miserable... No sé..., es algo que para entenderlo, hay que pasar por ello.
En mis pasos excitado por el noviciado, sin ya saber qué hacer..., me asomé a una ventana, en contra de mi costumbre y de mi reglamento que me lo prohíbe.
Empezaba a salir el sol. Una paz muy grande reinaba en la naturaleza... Todo empezaba a despertar..., la tierra, el cielo, los pájaros... Todo poco a poco, despertaba dulcemente al mandato de Dios... Todo obedecía a sus divinas leyes, sin quejas, y sin sobresaltos, mansamente, dulcemente, tanto la luz como las tinieblas, tanto el cielo azul como la tierra dura cubierta del rocío del amanecer... Qué bueno es Dios, pensé... En todo hay paz menos en el corazón humano.
Y suavemente, dulcemente, también Dios me enseñó por medio de esta dulce y tranquila madrugada, a obedecer...
Una paz muy grande llenó mi alma... Pensé que sólo Dios es bueno; que todo por Él está ordenado... Que qué me importa lo que hagan y digan los hombres... Para mí no debe haber en el mundo más que una cosa... Dios..., Dios que lo va ordenando todo para mi bien...
Dios, que hace salir cada mañana el sol, que deshace la escarcha, que hace cantar a los pájaros y va cambiando en mil suaves colores, las nubes del cielo...
Dios que me ofrece un rincón en la tierra para orar: que me da un rincón donde poder esperar lo que espero.. Dios tan bueno conmigo, que en el silencio me habla al corazón y me va enseñando poco a poco, quizás con lágrimas siempre con cruz, a desprenderlo de las criaturas, a no buscar la perfección más que en Él… a mostrarme a María y decirme: He aquí la única criatura perfecta... En Ella encontrarás el amor y la caridad que no encuentras en los hombres.
¿De qué te quejas, hermano Rafael?
Ámame a Mi, sufre conmigo, soy Jesús.
¡Ah!, Virgen María..., he aquí la gran misericordia de Dios... He aquí cómo Dios va obrando en mi alma, a veces en la desolación, a veces en el consuelo, pero siempre para enseñarme que sólo en Él tengo que poner mi corazón, que sólo en Él he de vivir, que sólo a Él he de amar, de querer, esperar..., en pura fe, sin consuelo ni ayuda de humana criatura.
Qué felicidad, Madre mía... Cuánto le tengo que agradecer a Dios... ¡Qué bueno es Jesús!
Cuando dejé de mirar el cielo desde la ventana del noviciado..., pensé: el Señor saca bienes de los males. Si alguien me hubiera visto, habría pensado..., un novicio que pierde el tiempo.
¿Acaso es perder el tiempo adorar entrañablemente a Dios?... Pasó la tentación, la turbación, y con ella, dejé de pensar en lo que había oído, y haciendo un acto de unión con la voluntad divina, cosa que hago siempre que me acuerdo, bajé a la iglesia a oír la santa Misa, y desde allí, a los pies del Sagrario, elevé mi corazón a Dios y a la Santísima Madre María, y se lo ofrecí, para que Él lo siguiera limpiando, y haciendo con él lo que quisiera.
¡Qué grande es la misericordia de Dios! Qué bien comprendo aquellas palabras (no recuerdo de dónde) que dicen: "Le llevó a la soledad, y allí le habló al corazón" (5).
Sólo Tú, Dios mío, sólo Tú.
Cuanto más me he acercado a las criaturas, más me he visto lejos de ellas, y cuanto más lejos estoy del hombre, más cercano estoy a Dios.
 

Hay momentos en los cuales hasta el hambre se me olvida..

18 de febrero de 1938 - viernes

Por suerte... ¡oh Señor!, no solamente mi espíritu padece. Hasta que no vine a la Trapa no sabia lo que era llorar de hambre (3). Mi enfermedad es una mina inagotable de sufrimientos físicos y morales... Bendita sea tu mano, o buen Jesús..., yo te la beso y la adoro, lo mismo cuando con ella me azotas, que cuando me acaricias... Bendita sea tu voluntad...
Lágrimas de hambre..., ¿quién me lo había de decir? Y, sin embargo, ésa es la realidad. ¡Cuánto sufro, oh Señor! Tú lo sabes... Cuántos días salgo con los ojos húmedos del refectorio, y a los pies de tu Cruz bendita, coloco mi penitencia..., ese hambre que mi enfermedad produce, y que aquí en la Trapa puedo decir que hay muy pocos momentos en que se vea saciada.
Recuerdo la primera Cuaresma que pasé siendo novicio. Qué alegría el verme ayunando en medio de la comunidad. ¿Dónde estaba mi penitencia?... ¿Dónde estaba el pan de lágrimas que es el agradable a Jesús?
Yo no tenía entonces más que una vana satisfacción al ver la pobreza de mi alimento... Quizás algún día me acordara de lo que dejé..., pero no pasé hambre como ahora, en que mi vida es y será una Cuaresma continua (4)..., en medio de mi soledad en la enfermería.
Cuando después de comer me levante de la mesa y como hombre carnal, miserable y material, vaya a llorar los sufrimientos de mi enfermedad a los pies del Sagrario..., ¡ah!, si fuera ángel no lloraría, pero soy hombre..., y hombre como hay pocos, Dios lo sabe.
Señor, ayúdame..., atiéndeme en la tentación; no me dejes, Señor, pues yo solo ¿qué podré hacer?... ¿A dónde iré con mi dolor? ¿Quién atenderá mis quejidos?...
Sufro, Señor, Tú lo sabes... ¿Hasta cuándo prolongarás esta vida mía, inútil para Ti, y para todos, pues aunque en momentos de generosidad deseo sufrir por el mundo entero, y me ofrezco a Ti, para lo que Tú quieras..., son tan pocos los momentos en que pienso así..., es tanta la sensualidad de mi carne, y la flaqueza de mi espíritu, que ya ves, Señor... cuantas veces desfallezco.
Nada soy, y nada valgo... ¿Qué se puede esperar del lodo, del barro miserable..., débil y enfermo?
Señor..., Señor, no tardes... Ayúdame; mira que mis pies vacilan si me veo solo... Mira que no sé hasta dónde llegaré y quisiera, Señor, llegar al fin, pero al ver mis pies ensangrentados, y con tanto dolor... ¿resistiré?... No me dejes, buen Jesús... Ampárame, Virgen María.
¡No sé para qué escribo esto!... No sé para qué! ¿Quién ha de leer mis flaquezas y miserias?... No lo sé, ni me importa, pero es un consuelo para mi, ya que con nadie me comunico, llenar pliegos de papel y escribir como si al mismo Jesús escribiera... Quizás me sirva esto de oración y Él me oiga.
Dulce soledad, que hace arrimarse el alma a Jesús y a sólo El buscar.
Dulce penitencia ignorada de los hombres, y que hace llorar en silencio y sin que nadie más que Jesús se entere.
Feliz, mil veces feliz soy, cuando a los pies de la Cruz de Cristo, a Él y sólo a Él, le cuento mis cuitas, le ofrezco mis alegrías profundas de yerme querido de Él, le entrego otras veces mi alma apenada y dolorida al verse tan sola en la tribulación, riego el pie del madero con las lágrimas de mi penitencia..., y canto y lloro, y... no sé más que pedirle amor..., amor para esperar..., amor para sufrir, amor para gozar..., y hay momentos en que nada del mundo me importa, ni los hombres, ni las bestias, ni las tinieblas, ni el sol...
Hay momentos en los cuales hasta el hambre se me olvida... Quisiera morir abrazado a la Cruz de Jesús, besando sus llagas, ahogándome en su sangre divina, olvidado de todos y de todo.
Feliz, mil veces feliz soy, aunque en mi flaqueza me queje algunas veces.
Nada deseo, nada quiero, sólo cumplir mansamente y humildemente la voluntad de Dios. Morir algún día abrazado a su Cruz y subir hasta Él en brazos de la Santísima Virgen María. Así sea.

¡Sólo Dios y yo!

Silencio en los labios
cantares en el corazón;
alma que vive de amores,
de sueños y de esperanzas...
alma que vive de Dios.
 
Alma que mira a lo lejos…
lejos, muy lejos del mundo,
pasando la vida en silencio...,
cantando en el corazón.
 
Una Trapa…,
un monasterio...,
     hombre…
            ¡sólo Dios y yo!

sábado, 6 de noviembre de 2010

viernes, 5 de noviembre de 2010

Lista de propositos que queria seguir Rafael

Día 1º de enero de 1938.

En la oración de esta mañana he hecho un voto. He hecho el voto de amar siempre a Jesús.

Me he dado cuenta de mi vocación. No soy religioso..., no soy seglar..., no soy nada... Bendito Dios, no soy nada más que un alma enamorada de Cristo. Él no quiere más que mi amor, y lo quiere desprendido de todo y de todos.

Virgen María, ayúdame a cumplir mi voto.

Amar a Jesús, en todo, por todo y siempre... Sólo amor. Amor humilde, generoso, desprendido, mortificado, en silencio… Que mi vida no sea más que un acto de amor.

Bien veo que la voluntad de Dios, es que no haga los votos religiosos, ni seguir la Regla de san Benito. ¿He de querer yo lo que no quiere Dios?

Jesús me manda una enfermedad incurable; es su voluntad que humille mi soberbia ante las miserias de mi carne. Dios me envía la enfermedad. ¿No he de amar todo lo que Jesús me envíe?

Beso con inmenso cariño la mano bendita de Dios que da la salud cuando quiere, y la quita cuando le place.

Decía Job, que pues recibimos con alegría los bienes de Dios, ¿por qué no hemos de recibir así los males? ¿Mas acaso todo eso me impide amarle?... No..., con locura debo hacerlo.

Vida de amor, he aquí mi Regla..., mi voto... He aquí la única razón de vivir.

Empieza el año 1938. ¿Qué me prepara Dios en él? No lo sé... ¿Quizás no me importe?... Menos ofenderle me da lo mismo todo... Soy de Dios, que haga conmigo lo que quiera. Yo hoy le ofrezco un nuevo año, en el que no quiero que reine más que una vida de sacrificio, de abnegación, de desprendimiento, y guiada solamente por el amor a Jesús..., por un amor muy grande y muy puro.

Quisiera mi Señor, amarte como nadie. Quisiera pasar esta vida, tocando el suelo solamente con los pies. Sin detenerme a mirar tanta miseria, sin detenerme en ninguna criatura. Con el corazón abrasado en amor divino y mantenido de esperanza.

Quisiera Señor, mirar solamente al cielo, donde Tú me esperas, donde está María, donde están los santos y los ángeles, bendiciéndote por una eternidad, y pasaron por el mundo solamente amando tu ley y observando tus divinos preceptos.

¡Ah!, Señor, cuánto quisiera amarte. ¡Ayúdame, Madre mía!.

He de amar la soledad, pues Dios en ella me pone.

He de obedecer a ciegas, pues Dios es el que me ordena.

He de mortificar continuamente mis sentidos.

He de tener paciencia en la vida de comunidad.

He de ejercitarme en la humildad.

He de hacer todo por Dios y por María.

Rafael a pocos meses de edad

Rafael a pocos meses de edad

San Rafael Arnaiz ruega por nosotros

:¡Cómo se inunda mi alma de caridad verdadera hacia el hombre, hacia el hermano débil, enfermo...! Si el mundo supiera lo que es amar un poco a Dios, también amaría al prójimo.

Por la mañana de este día tuve gran consuelo y mucha paz en la santa comunión. Estuve un gran rato muy recogido; vi con claridad que sólo Jesús puede llenar mi alma y mi vida.

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