Canonización del Hermano Rafael
El pasado 11 de octubre, Rafael Arnáiz fue canonizado en la Basílica de San Pedro de Roma, junto con otros cuatro beatos: Francisco Coll, dominico español fundador de la congregación de Hermanas Dominicas de la Anunciata; Juana Jugan, religiosa francesa fundadora de las Hermanitas de los Pobres; el Padre Damián, misionero belga; y Zygmunt Szczesny Felinski, arzobispo polaco. La ceremonia, a la que acudieron miles de peregrinos, estuvo presidida por Benedicto XVI, que destacó de los dos nuevos santos españoles que «hacen honor a las profundas raíces cristianas de su pueblo».
Tras ser beatificado por Juan Pablo II el 27 de septiembre de 1992, el proceso de canonización de Rafael se abrió en 2005 y finalizó con la aprobación de Benedicto XVI, el 21 de febrero de este año. En el transcurso del proceso, se determinó como milagrosa la curación de Begoña León, que estando embarazada de siete meses, fue ingresada de urgencia en el Hospital Gregorio Marañón, el 25 de diciembre de 2000, por sufrimiento fetal. Inmediatamente, le practicaron una cesárea, en la que dio a luz a una niña. Durante la intervención sufrió una eclampsia, un fallo hepático y hemorragias internas, lo que hizo que los médicos albergasen pocas esperanzas de que pudiera sobrevivir. Mientras tanto, una de sus amigas, María Josefa González, muy devota de Rafael, contactó con los monjes de la Trapa de Dueñas, para que orasen por Begoña. El 6 de enero, comenzó a mejorar de una manera rápida, hasta sanarse completamente, ante el estupor de los médicos, que no encontraron una explicación.
En la homilía de la ceremonia de canonización, Benedicto XVI dijo, en referencia a Rafael, que «...a la figura del joven que presenta a Jesús sus deseos de ser algo más que un buen cumplidor de los deberes que impone la ley, hace de contraluz el Hermano Rafael, hoy canonizado, fallecido a los veintisiete años como Oblato en la Trapa de San Isidro de Dueñas». Asimismo, el Papa señaló que los sueños de Rafael «no se desvanecen ante el apego a los bienes materiales y a otras metas que la vida del mundo propone a veces con gran insistencia. Él dijo sí a la propuesta de seguir a Jesús, de manera inmediata y decidida, sin límites ni condiciones. De este modo, inició un camino que, desde aquel momento en que se dio cuenta en el Monasterio de que “no sabía rezar”, le llevó en pocos años a las cumbres de la vida espiritual, que él relata con gran llaneza y naturalidad en numerosos escritos».
El Pontífice, también destacó su influencia en los jóvenes, algo a lo que ya se refirieron varios obispos españoles en su carta Buscad el rostro de Dios, «...El Hermano Rafael, aún cercano a nosotros, nos sigue ofreciendo con su ejemplo y sus obras un recorrido atractivo, especialmente para los jóvenes que no se conforman con poco, sino que aspiran a la plena verdad, a la más indecible alegría, que se alcanzan por el amor de Dios. ‘Vida de amor... He aquí la única razón de vivir’, dice el nuevo santo. E insiste: ‘Del amor de Dios sale todo’. Que el Señor escuche benigno una de las últimas plegarias de San Rafael Arnáiz, cuando le entregaba toda su vida, suplicando: ‘Tómame a mí y date Tú al mundo’. Que se dé para reanimar la vida interior de los cristianos de hoy. Que se dé para que sus hermanos de la Trapa y los centros monásticos sigan siendo ese faro que hace descubrir el íntimo anhelo de Dios que Él ha puesto en cada corazón humano...»
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